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La Educación Cristiana y la ley bíblica

  • William O. Einwechter,
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El tema de la Educación Cristiana ha generado un interés significativo en la Iglesia Reformada conservadora durante los últimos 50 años. A causa de la creciente secularización de la vida, la aceptación general de la teoría naturalista de la evolución y la supresión de la oración y la lectura de la Biblia en las escuelas públicas, los estudiosos cristianos, pastores y padres se han visto obligados (particularmente a partir de los ’60 y los ’70) a observar de cerca cómo son educados los niños cristianos en las escuelas públicas.

Lo que han encontrado ha sido alarmante: la filosofía, métodos y contenido de la educación pública son humanistas y hostiles a la verdad bíblica en casi todos los puntos. Algunas de las figuras principales que han llamado a la Iglesia a reconocer el desastre de la educación secular y el peligro que representa para la la fe cristiana han sido hombres como Gordon Clark, Frank Gaebelein, Cornelius Van Til, y Rousas J. Rushdoony.1 Pero esos hombres no solo dieron la alarma, sino que echaron los cimientos biblicos de un enfoque explícitamente cristiano de la Educación.

Como resultado de su labor muchos cristianos comenzaron a pensar diferente con respecto a la educación. Los cristianos empezaron a darse cuenta de que la verdadera Educación Cristiana estaba basada en la Palabra de Dios: las presuposiciones, métodos y contenido de la Educación Cristiana deben derivarse de la revelación de Dios en las Santas Escrituras. La fuerza de una visión tal de la educación (aunque solo se comprendió imperfectamente en muchos casos) condujo al movimiento de las escuelas cristianas de los ’70, el movimiento de educación hogareña de los ’80 y al movimiento de la educación cristiana clásica de los ’90. Esas tres expresiones de la Educación Cristiana, con diversos grados de éxito, han buscado aplicar los principios bíblicos a la teoría y la práctica de la educación de los niños.

Los que estamos comprometidos con el concepto de la Educación Cristiana necesitamos recapitular dónde estamos hoy. ¿Hemos sido fieles a los cimientos bíblicos de la Educación Cristiana que fueron establecidos con tanta coherencia y poder por los hombres mencionados arriba (y otros que han continuado su labor2)? ¿Estamos realmente dirigidos por la Palabra de Dios en nuestros esfuerzos educativos? Nuestros esfuerzos por entrenar la siguiente generación en el servicio al Reino de Dios ¿están adecuadamente enfocados en alcanzar los máximos resultados? ¿Estamos dando a nuestros estudiantes el fundamento que necesitarán para llevar todo pensamiento cautivo a la obediencia a Cristo?

Hemos logrado resultados excelentes en nuestros intentos de producir una epistemología basada en la Biblia. Hemos hecho una labor significativa en desarrollar un currículo distintivamente cristiano y hemos hecho buenos esfuerzos para promover un enfoque cristiano de la Historia, la ciencia, las matemáticas, las lenguas, la economía, la educación cívica y las artes. Pero ¿está concluido nuestro trabajo? ¿Está completo el desarrollo del currículo cristiano, aparte de su perfeccionamiento?

Para ayudar a responder a esta pregunta podemos usar las cuatro esferas, generalmente aceptadas, del pensamiento humano: lo verdadero (epistemología), lo hermoso (estética), lo bueno (ética) y lo eterno (religión). En tres de esas esferas, lo verdadero, lo hermoso y lo eterno, la Educación Cristiana está bien encaminada, pero ¿y qué de la esfera que llamamos lo bueno, o sea, la esfera de la ética?

¿Que posición tenemos en el tema de la ética? ¿Qué parte ocupa la ética en el currículo promedio de una escuela cristiana, una educación hogareña cristiana o una escuela clásica cristiana? Esta parte importante de la vida ¿es acaso parte del currículo? Y si lo es ¿recibe la misma atención que otras partes del currículo? ¿Enseñamos a nuestros alumnos año tras año historia, ciencia, matemática y lenguaje empleando un enfoque progresista e integral, pero olvidamos enseñar ética de esa manera? Si enseñamos la ética ¿está limitada a un solo curso impartido en los años finales del proceso educativo?

Unas respuestas sinceras podrían revelar una sorprendente falta de atención a la ética cristiana como esfera particular de estudio en las escuelas y educación hogareña cristiana. ¿Por qué ocurre eso? Quizás porque creamos que el tema de la ética no es tan difícil. ¿No basta con que les enseñemos a nuestros alumnos a obedecer los Diez Mandamientos, a seguir su conciencia y dejar que el Espíritu Santo les guíe? Quizás no pensemos que el tema de la ética sea realmente importante para el éxito de nuestros alumnos en la vida. Quizás nunca consideramos que la ética sea una esfera particular del pensamiento y parte del currículo cristiano. Quizás creamos que el tema de la ética ya está abarcado adecuadamente en nuestros cursos bíblicos.

En este artículo abogamos por la necesidad de hacer de la ética una parte distintiva del currículo cristiano. Sin una base firme en la ética bíblica no podrá haber una verdadera Educación Cristiana. Si no les hemos enseñado a nuestros alumnos un enfoque bíblico de la ética, ni les hemos dado los conocimientos y habilidades para hacer decisiones morales sabias en cada área de la vida, no les habremos dado una educación cristiana completa.

1. La Educación y la Ética. Es siempre bueno definir los términos que uno emplea. Ética viene de la palabra griega que significa moral. La moral son principios o normas de conducta que definen la diferencia entre el bien y el mal, lo correcto e incorrecto, en la esfera de las acciones humanas. La Ética busca definir la dimensión de lo que se “debe” en la vida, o sea, lo que debemos hacer cuando confrontamos decisiones y dilemas morales. Por tanto, el estudio de la ética significa aprender a hacer juicios morales adecuados y a vivir con justicia ante Dios y el hombre.

El campo de acción de la ética es la vida toda. La propia naturaleza de la ética requiere un pensamiento moral sistemático, o sea, la ética requiere un pensamiento crítico que no solo defina lo que debemos hacer en cada situación, sino que coloque nuestras decisiones morales en el contexto de una filosofía ética coherente que actúe conscientemente en base a una norma reconocida. Es por eso que la palabra ética es asociada por lo común con un término descriptivo que designa a un sistema ético, por ejemplo: ética platónica, ética de la ley natural, ética trascendental, ética utilitaria, ética islámica y ética cristiana.

La “Ética cristiana” se refiere (o al menos debería referirse) al sistema ético presentado en las Escrituras, y otro nombre de la ética cristiana podría ser “Ética bíblica”. La ética cristiana es una asignatura aparte que busca definir la cuestión del bien y el mal en la conducta humana en cada esfera de gobierno (personal, familiar, eclesial y estatal) y en cada aspecto de la vida (trabajo, negocios, artes, educación, guerra, economía, entretenimiento, ciencia, medicina y ley) en base a la ley de Dios revelada en la Biblia.

La palabra educación proviene de un término del latín que significa guiar, criar o entrenar. Noah Webster define la educación como “La crianza de un niño; instrucción; formación de los modales. La educación comprende toda la intrucción y disciplina que está destinada a la comprensión, la corrección del temperamento y la formación de los modales y hábitos de los jóvenes, que les prepararán para ser útiles en sus etapas futuras.”3 La idea central de la educación no es la acumulación de conocimientos y hechos, ni de meros talentos técnicos. Aunque la educación incluya estas cosas, ella busca entrenar al estudiante en todas las facetas de su ser, de manera que esté preparado para vivir exitosamente. Algo que es básico para una educación apropiada es el entrenamiento, como dice Webster, en los “modales”. ¿Qué quiere decir con modales? Los modales, según Webster, se refieren a “comportamiento, conducta, curso de la vida en un sentido moral”. 34 En otras palabras, la educación implica un entrenamiento en ética.

Mucho de lo que pasa por ser Educación Cristiana no ha considerado seriamente este aspecto de la educación. Queremos que nuestros alumnos tengan un enfoque distintivamente cristiano de la ciencia, las artes, el idioma, la historia y la matemática, pero ¿ tenemos también que darles un enfoque bíblico de la etica? ¿Tenemos un lugar en nuestro currículo para enseñar a nuestros alumnos un sistema explícitamente cristiano de ética? Si no es así, y si decimos ser educadores cristianos, tenemos que hacer espacio para instruirlos en ética bíblica.

Esto es una necesidad absoluta en el mundo en que vivimos. La esfera moral está en un caos casi total en la cultura general, y la iglesia no se queda muy atrás. Si los cristianos han de vivir vidas para la gloria de Dios, andar por una senda de justicia y ser luz para el mundo, necesitan saber cómo determinar el bien y el mal y cómo responder a las cuestiones morales a partir de la Biblia.

Adicionalmente, como todo en la vida involucra juicios morales, no podemos pasar por alto las cuestiones de la ética en nada de lo que hacemos. Uno no puede tener un enfoque cristiano de la ciencia, la economía ni las artes sin fundamentar el estudio y la aplicación de esas disciplinas en la ética bíblica. El mero conocimiento y la tecnología pueden determinar lo que podemos hacer, pero de por sí no pueden responder a la pregunta de qué debemos hacer, porque para eso debemos tener una ética cristiana, es decir, un sistema bíblico de ética que pueda determinar, en base a la autoridad de la palabra de Dios, lo que debemos hacer con nuestro conocimiento científico y talentos técnicos.

2. Educación y sabiduría. Hemos definido la Educación Cristiana como el proceso de entrenar a los estudiantes para llevar vidas productivas y exitosas para la gloria de Dios. Ese entrenamiento incluye a la mente (conocimeintos) y al cuerpo (talentos), pero también incluye un entrenamiento en Ética. La ética le da al estudiante el conocimiento moral y los talentos necesarios para discernir entre el bien y el mal y es el fundamento de todo lo que hace con su mente y cuerpo. La Educación persigue una vida de éxito (como lo define Dios) y esta idea la vincula con el concepto bíblico de sabiduría

Entre los griegos, la “sabiduría” era ante todo especulativa, mientras que para los hebreos la “sabiduría” era primeramente práctica. Por medio de la “sabiduría” (el poder del razonamiento humano) los griegos buscaban responder preguntas fundamentales sobre el mundo y el hombre: ¿Cuál es la esencia de la realidad? ¿Cómo llegó a existir el mundo? ¿Cuál es la naturaleza del ser humano? ¿Qué es verdadero y bueno?

Pero los hebreos ya tenían respondidas esas preguntas para ellos en la Palabra escrita de Dios. Con esos asuntos fundamentales resueltos por la autoridad divina, el enfoque principal del hebreo era cumplir con su llamado y llevar una vida que glorificara a Dios. En lugar de una especulación sobre la esencia de la realidad, los hijos de Abraham, Isaac y Jacob dedicaban su mente a ver cómo aplicar la verdad revelada y la ley de Dios a su vida.

La palabra hebrea sabiduría (hokma) significa, esencialmente, habilidad en cualquier arte. Puede ser usada en términos de trabajos técnicos, pero su significado más común en el Antiguo Testamento quiere decir habilidad en el arte de vivir. Se aplica a un hombre que sabe vivir exitosamente, que sabe cómo hacer frente a cada desafío que le llega con sagacidad y prudencia. Esta sabiduría no proviene del propio hombre, sino que está basada en el temor de Dios. La sabiduría es algo que Dios le da al hombre cuando le busca de todo corazón (Proverbios 2:1-9).

Para comprender el concepto bíblico de la sabiduría debe verse el mismo en relación con el temor de Dios. El temor de Dios es una de las principales designaciones de la fe verdadera en el Antiguo Testamento. Temer a Dios es creer en Él tal y como se ha revelado a sí mismo; es creer en Dios como Él es, no como el hombre lo pueda concebir en su propia imaginación. Los que temen a Dios le han visto, con los ojos de la fe, como el Dios todopoderoso y soberano de toda la Creación. Por eso le rinden el mayor honor y reverencia y se someten humildemente a Su autoridad.

Someterse a la autoridad de Dios es obedecer Sus mandamientos y Sus mandamientos están revelados en Su ley. Es por eso que el temor de Dios y la ley de Dios son inseparables en el Antiguo Testamento. El temor de Dios es uno de los temas principales de la enseñanza de Moisés en Deuteronomio (Deut. 6:13, 24; 8:6; 10:20; 13:4). De acuerdo con Moisés, el temor de Dios es el punto de partida de una obediencia sincera a la ley de Dios (Deut. 10:12–13). En la literatura sapiencial del Antiguo Testamento (Job, Proverbios, Eclesiastés y determinados Salmos), el temor de Dios es también el comienzo de la sabiduría. La relación está clara: la sabiduría está basada en el conocimiento de la ley de Dios y es el talento de aplicar la justicia de la ley de Dios a cada aspecto de la vida. La sabiduría no es sagacidad ni astucia humana, sino la experiencia de usar la ley de Dios para dirigir todas las decisiones, para responder todas las cuestiones morales y para servir fielmente a Dios y al hombre.

El concepto bíblico de sabiduría necesita aplicarse a la Educación Cristiana. La Educación es un entrenamiento destinado a hacer al hombre exitoso en la vida. La sabiduría es la habilidad en el arte de vivir. La habilidad de la sabiduria divina es la capacidad de comprender y aplicar la ley de Dios a la vida. La verdadera educación, en el sentido bíblico, es mucho más que la adquisición de conocimientos o habilidades técnicas. La verdadera educación es entrenar a los estudiantes en cómo vivir en el temor de Dios y usar Su ley como la base de su llamamiento en la familia, la iglesia y el Estado; es entrenarlos para emplear sus conocimientos y habilidades dentro del marco ético de la ley revelada de Dios. Sin el conocimiento de la ley de Dios, los estudiantes no pueden ser sabios, y si no son sabios, no estarán educados en el sentido bíblico del término. Por tanto, el concepto hebreo de la sabiduría demuestra que un entrenamiento formal y riguroso en ética cristiana es un aspecto indispensable de una Educación Cristiana auténtica.

3. La Educación y la ley bíblica. Hemos dicho que la Ética es un aspecto fundamental de la Educación Cristiana. Es más, hemos señalado que la ética hay que enseñarla como un sistema de verdad y de principios morales, y no simplemente como una nota al pie en los restantes cursos de instrucción. La siguiente cuestión a la que tenemos que hacer frente como educadores cristianos es el asunto importantísimo de qué sistema de ética vamos a enseñar.

Así como es imperativo que establezcamos una perspectiva cristiana de las materias que enseñamos, también es imperativo que enseñemos una perspectiva verdaderamente cristiana de la ética. Por tanto, ¡no todos los libros de texto sirven!

Entonces ¿qué sistema de ética vamos a enseñar? Para determinar la respuesta puede servir de ayuda mirar los sistemas éticos que han atraído a los maestros cristianos del pasado. Algunos usaron los sistemas éticos de los escritores clásicos (griegos y romanos) o sea, la ley natural, para instruir a sus estudiantes de Ética. Otros usaron el sistema ético de Santo Tomás de Aquino, es decir, una fusión de la filosofía aristotélica y la ética de la ley natural con la teología católica romana y la Biblia. Otros han usado sistemas evangélicos que mezclan la ley natural (en sus versiones clásica o tomística o ambas) con la teología protestante y su respeto por la autoridad de la Escritura. Otros han usado un enfoque explícitamente bíblico y reformado de la ética; este enfoque es conocido en nuestros días como “teonomía” (imperio de la ley de Dios).

Parece incongruente que los cristianos protestantes, que supuestamente creen en la sola Scriptura, necesiten ir a Atenas o a Roma para buscar la esencia de su teoría ética. En la Escritura no hay ni un solo versículo que instruya al pueblo del pacto de Dios ir a buscar a otra parte, fuera de la revelación perfecta de Dios en la Biblia, para hallar el conocimiento del bien y del mal. Ni una sola vez a los creyentes del Antiguo o Nuevo Testamentos se les exhorta a buscar sabiduría moral a los pies de los sacerdotes de la religión falsa, ni en los libros de los filósofos paganos de Grecia ni de Roma. La ley de Dios es la única norma de ética en la Biblia.

En la Palabra de Dios, a los hombres se les manda a buscar en “la ley y el testimonio” para encontrar iluminación moral (Isaías 8:20); nunca se les manda a ir a la “ley natural” ni a ninguna otra fuente de dirección y sabiduría moral (Proverbios 3:5-6). Eso se debe a que la ley de Dios es enteramente suficiente como base de una ética cristiana (Salmo 19:7-11; 2 Tim. 3:15-17). Por lo tanto, el sistema ético que enseñamos en nuestras escuelas cristianas debe estar basado solo en la Escritura. La Escritura debe proveer las presuposiciones teológicas y la epistemología para nuestro sistema de Ética Cristiana, y la ley bíblica debe suministrar su contenido.

En apoyo a la proposición de que el sujeto de la ética es básico en la Educación Cristiana y que la Ética Cristiana está basada en la ley de Dios, es instructivo notar que los grandes pasajes sobre la educación en el libro de Deuteronomio (Deut. 4:9; 6:5–9; 11:18–21) están centrados en mandamientos a los padres para que enseñen a sus hijos la ley de Dios. Es imposible usar esos textos del Deuteronomio para apoyar la noción de que la instrucción en la ley de Dios (ética bíblica) es algo innecesario o algo superfluo que se ha añadido al núcleo central del currículo de una educación cristiana en artes liberales. De acuerdo con esos textos magistrales sobre la educación la ley de Dios es el currículo central alrededor del cual todo lo demás debe ocupar su lugar.

Pero hoy es la ley de Dios la que tiene problemas para hallar su lugar en nuestro currículo de Educación Cristiana. Nuestro Señor Jesucristo aprobó el currículo educativo y la metodología del libro de Deuteronomio en su Sermón del Monte. Negó enfáticamente que hubiera venido para relajar la autoridad de la ley de Dios sobre sus discípulos (Mateo 5.17-18). En realidad, dijo que la verdadera grandeza en su reino estaba vinculada con la obra de hacer y enseñar la ley de Dios (Mateo 5:19). Por lo tanto, la verdadera grandeza de la Educación Cristiana es enseñar la ley de Dios (ética bíblica) a sus estudiantes, de modo que aprendan a obedecer los imperativos morales de la ley en cada asignatura académica, en cada habilidad técnica, en cada vocación y en cada esfera de la vida. La ley bíblica es el fundamento de la Educación Cristiana.

Ese olvido de la ley de Dios (ética bíblica) en la Educación Cristiana ha tenido y continuará teniendo consecuencias deplorables a largo plazo para la iglesia y para la sociedad, a menos que comencemos a rectificarlo hoy mismo. Rectificaremos si incorporamos estudios de la ley bíblica en el núcleo de nuestro currículo. Esto quiere decir que los maestros tendrán que estar familiarizados con la ética bíblica, y que tendremos que preparar libros de texto y cursos de instrucción en ética bíblica que entrenen a los alumnos cristianos en esta área vital desde sus primeros años hasta el final de su instrucción formal. Por fortuna ya disponemos de algunas obras sobresalientes en ética bíblica.5 Aunque esas obras son estudios avanzados, pueden ser utilizadas por los maestros para entrenamiento y preparación de lecciones, a fin de enseñar a sus alumnos más jóvenes, y como libros de texto para los alumnos mayores.

En la historia bíblica, la reforma empezaba siempre que el pueblo de Dios retornaba a la ley de Dios (ver 2 Reyes 22:8–23:25; Nehemías 8:1–9:38). Que nosotros los que trabajamos en la educación cristiana, sea en una escuela cristiana, en la educación hogareña cristiana o en una escuela clásica cristiana, ayudemos a encender una nueva reforma al establecer el estudio de la Ética Bíblica en el núcleo de nuestro currículo.

1. Gordon H. Clark, A Christian Philosophy of Education (Jefferson, MD: The Trinity Foundation, 1988; reimpresión de la edición de 1946); Frank E. Gaebelein, The Pattern of God’s Truth (New York: Oxford University Press, 1954); Cornelius Van Til, Essays on Christian Education (Phillipsburg, NJ: Presbyterian and Reformed Publishing Co., 1971); Rousas J. Rushdoony, Intellectual Schizophrenia (Phillipsburg, NJ: Presbyterian and Reformed Publishing Co., 1961); Rushdoony, The Messianic Character of American Education (Phillipsburg, NJ: Presbyterian and Reformed Publishing Co., 1963); Rushdoony, The Philosophy of the Christian Curriculum (Vallecito, CA: Ross House Books, 1981).

2. Por ejemplo: Stephen C. Perks, The Christian Philosophy of Education Explained (Whitby, England: Avant Books, 1992).

3. Noah Webster, American Dictionary of the English Language (1828).

4. Ibid.

5. Rousas J. Rushdoony, The Institutes of Biblical Law, 3 vols. (Vallecito, CA: Ross House Books); Greg Bahnsen, Theonomy in Christian Ethics, 3a ed. (Nacogdoches, TX: Covenant Media Foundation, 2002); Greg Bahnsen, By This Standard (Tyler, TX: Institute for Christian Economics, 1985); Walter C. Kaiser, Jr., Toward Old Testament Ethics (Grand Rapids, MI: Zondervan Publishing House, 1983).


  • William O. Einwechter

William O. Einwechter serves as a teaching elder at Immanuel Free Reformed Church in Ephrata, Pennsylvania. He is also the vice president of the National Reform Association and the editor of The Christian Statesman. He can be contacted at [email protected].

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